Aquellos maravillosos veranos
Que se pare el mundo, que las vacaciones ya están aquí. ¡¡Ay, qué recuerdos!!
Me faltan horas en el día para vivir todo lo que quiero. No me echo la siesta porque se me va el día y no me entero; tiempo dormido, tiempo perdido.
¿Pero dónde vas, hijo mío, si con este calor no se puede ni salir? He quedado. ¿Pero si antes no había móviles? Da igual, yo salía y alguien había, siempre.
Hace un calor de mil demonios pero salgo a la calle, ya sea mañana o tarde, así me abrase el pecho y este calor estival me dificulte, incluso, la respiración. Si me espero para salir a la calle a la hora en que la temperatura amaine, habré consumido gran parte del día encerrado entre cuatro paredes, mi casa, y por ahí, no paso. La vida está ahí fuera.
¿Pero con quién he quedado? Con algún loco como yo que viva la calle como si del último día se tratara. Alguien habrá. Si no, alguna sombra en la plaza me abrazará mientras lanzo piedras como gran entretenimiento si llega el caso.
Terminaban las clases y no había camisa de fuerzas que me frenara… Los días tienen 24 horas, o casi, pero de pequeño tú crees que son 14, que te cunden como si fueran 34 porque haces de todo. Llegas a todo.
Cuando sobrevives feliz a la mañana y a la tarde, acudes veloz a la cena como cuando vas de pequeño a una boda, obligado. Comes rápido, qué digo comes, engulles, te levantas de la mesa, te limpias la boca con la mano y adiós, muy buenas, no vendré tarde, cuando realmente no sabes qué aventura te espera en esa noche de verano. Sin sueño de por medio porque tú no duermes, para qué, ¿para que viva otro?, para eso lo vivo yo y sales a la calle de nuevo a retomarlo donde lo habías dejado. ¿El qué? Lo que sea.
Noches en el banco de la plaza. Cuando los únicos bancos que conocíamos eran los de madera con sus muescas ya oscuras; <<Yo estuve aquí>>, <<Vanesa corazón Rubén>>…
Noches de Dylan, de Brenda y de Brandon, de Donna, de Jake o Allison…, noches de ojalás, de cigarros furtivos y de vivir en comunidad… todos juntos por siempre jamás.
Han pasado apenas unos días y recuerdas el curso recién concluido como algo lejano. Ya no tienes todo el verano por delante, ¡Dios mío!, que han pasado dos o tres días y eso hace que te acuestes pensando en que por favor llegue pronto la mañana para darlo todo de nuevo.
Texto y voz: David Díaz
Canción: Añoranza, por Christian Martín