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Para Leticia Rebollo Couto, para siempre en nuestra memoria.

Tengo tu sonrisa en un rincónDe mi salvapantallas

Jorge Drexler.

 

Es muy difícil hablar de quien se ha ido hace tan poco tiempo y deja tanta falta. Pero ¿de qué partida hablamos, cuando todo el presente parece aún más vivo, cuando siempre pensamos en esa persona?

No sé cuándo nos conocimos, si fue aún en las series de la primaria, o en algún congreso del área en los últimos 10 años. Si nuestra amistad empezó cuando compartíamos la merienda en el recreo y nos sentábamos bien cerca la una de la otra, en la sala de la tía Lucia, o si nos cruzamos en los pasillos de la UFRJ, presentadas rápidamente por algún otro colega y ahí nos hicimos amigas. Es extraño no recordar cuándo fue. Sí recuerdo, en cambio, un día recibir un e-mail entusiasmado con una propuesta de traducción, a lo que respondí enseguida, con un también entusiasta “¡sí!”. La propuesta era para una revista de la USP, cuyo número estaba dedicado a la traducción de textos de autoría de mujeres, un tema querido para ambas. Allí empezamos a intercambiar mensajes casi a diario, planeando los textos y los encuentros. Fuimos a la casa de Consuelo y Bessa, para traducir un cuento de la escritora peruana María Martínez Pineda. Estuvimos allí, buscando las palabras, los ritmos, los sujetos y las fronteras de cada línea. A cada paso traducido, nos íbamos acercando, encontrando en nuestras lenguas los sentidos posibles; sentidos que dieran voz al texto y a las traductoras: Consuelo, vos y yo.

Creo que nuestra amistad comenzó allí: con el punto de partida ofrecido por este acto de generosidad que puede caber en el ejercicio de la traducción, un acto que es también un acto de escucha, instaurado en la necesidad de oír la voz del otro, sin imponer la propia.

Fueron más de ocho horas de trabajo aquel día, en esa historia de la “pobre menina chola”, [1]título que decidimos dejar en su extrañeza para preservar justamente esa voz del otro, es decir, la alteridad en el acto de traducción. Apostamos por la importancia de no traducir “chola” por ninguna otra palabra que domesticara al sujeto allí inscrito. El sujeto que respira en el texto y que nosotras, traductoras, aprendimos a oír a los soplos.

Después de aquel día tan bonito, decidimos presentar otro más. Propuse que tradujéramos un relato de Hebe de Bonafini, entonces presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo[2]. Este sería firmado por nosotras dos. Así fue, y así seguimos, de la mano, y nuevamente fue un regalo esa colaboración. Mientras escuchábamos la voz de Hebe, íbamos buscando, en esa proximidad (a veces tan distante) entre el español y el portugués, los significantes que abarcaran la memoria que esas palabras traían consigo. Estuvimos allí días y días, parecía que no queríamos terminar la traducción. Mientras tanto, el plazo final se acercaba y, juntas, ensayábamos la despedida y la partida que el texto, después de traducido, nos impone. En cierta medida, el acto traductorio es así: aprender a despedirse de un texto que nos acompaña y nos desafía por un largo tiempo, que nos llega en su lengua de partida, para entregarlo al sueño de eternidad en la lengua de llegada; al sueño de que nuevos lectores puedan conocerlo y compartir esa sensación que nosotras sentimos mientras convivíamos de cerca con esas líneas. Al menos para nosotras, traductoras de la universidad, la traducción es una elección, un intercambio de miradas que pueden separarnos o acercarnos a lo que está escrito allí. Es como encontrar nuevas amistades, creando vínculos y entregándose a la escucha.

No sé con certeza qué día fue cuando nos miramos y decidimos ser amigas. Si nuestra amistad tiene más de 30 años o poco más de 7 u 8 años. No sé si nos encontramos miles de veces o si deseábamos encontrarnos más de lo que el tiempo nos permitía. En nuestra última conversación, en un intervalo de nuestras clases en la UFRJ, donde yo estaba como invitada en ese momento, hablamos mucho. Compartimos risas, dolores y miedos que sentíamos ante un mundo tan cerrado a la voz del otro, a lo que cada día parece más insoportable en este tiempo de silenciamiento y cancelación. Nuestro abrazo fue fuerte y nuestra despedida fue con el proyecto de traducir 3 libros de una autora feminista española, que, para nosotras, necesitaba ser escuchada en Brasil. Yo me fui a mi clase y ella se fue a su casa. Nos enviamos mensajes diciendo lo bueno que era conversar la una con la otra y que debíamos agendar más encuentros – solo nuestros – para planificar nuestras traducciones y compartir nuestras inquietudes.

Ahora abro mi celular y veo que nuestro último mensaje era sobre un libro que habla de Antígona. Me detengo y me acuerdo de la Antígona publicada a partir de la obra con Andrea Beltrão que ella me regaló. Ella era así… regalaba a los amigos, sin necesidad de fechas conmemorativas ni otros motivos. Nuestro café no se concretó más. Ni las traducciones en conjunto.

El 7 de noviembre, una amiga en común me llamó por la mañana con la noticia que, hasta ahora, parece mentira. La semana pasada, al pensar en la lista de cumpleaños de mi compañero, que era su amigo desde hacía más tiempo que yo, la primera persona que me vino a la mente fue ella. En ese momento, la ausencia me golpeó y el silencio se instaló.

Todavía estoy procesando esta partida. No nos veremos más en los pasillos de la UFRJ, no intercambiaremos más mensajes y no hablaremos más de nuestras angustias. Los pasillos seguirán, así como los mensajes y las angustias, pero sin vos. Como en las lenguas que traducimos, de la partida a la llegada, queda la saudade, esa palabra que, aunque digan existir solamente en portugués, es universal. Esta vez, sin embargo, no sé qué poner en su lugar. No hay lengua de llegada que soporte. El signo desborda y no encuentra sinónimo capaz de darle sentido a la ausencia.

La saudade de vos, querida amiga, es intraducible.

[1] https://revistas.usp.br/clt/article/view/160692

[2] https://revistas.usp.br/clt/article/view/160691

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Literatura y Sociedad
Maria Fernanda Gárbero

Maria Fernanda Gárbero é mineira, escritora, tradutora e professora de Teoria da Literatura. Há mais de duas décadas, dedica-se às pesquisas sobre maternidade, silenciamento da mulher e estratégias de resistência pelas artes. É autora do livro Madres: à memória do sangue, o legado ao revés (NEA, 2021), Antígona Bel (Telha, 2022) e de diversos artigos sobre tradução teatral e recepção de personagens trágicas na literatura, no cinema e no teatro. Traduziu para o português a Trilogia trágica (Kallaikia, 2019), de Mariana Percovich, e A fronteira (UFPR, 2021), de David Cureses, entre outros textos do espanhol, italiano, catalão e galego. Ao lado do ator e diretor teatral Guarnier, dirige a Cia. de Teatro Skené, na UFRRJ, campus Baixada Fluminense.

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