Una monedita, por favor
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, y más la piedra dura, porque esa ya no siente… Dichosos, ni más ni menos, porque no asisten a la relajación absoluta del lenguaje oral. Verbigracia, aquí unas muestras con —contra, mejor dicho— las que me topo prácticamente a diario.
Hasta luego; esta forma tan coloquial y madrileña de despedirnos, bien sencilla, se empeñan en vulgarizarla hasta límites quizá desconocidos. Ya no es que degenere en las pantallas de los celulares de tantos y tantos que escriben enfadados y se comen la mitad de las letras. O quizá no lo hacen porque están enfadados sino simplemente porque tienen prisa y por eso ponen ola en lugar de hola para ganarle a la vida esa centésima de segundo que tardarían en escribirla con hache. De verdad, no lo entiendo.
Bien, pues más allá de las pantallas ocurre algo similar. Si no, fijaos la próxima vez que alguien se despida de vosotros con un hasta luego. Casi seguro, y no hace falta que medie apuesta, no dirá eso sino un simple y seco taluego. Si das con alguien ligeramente cuidadoso, poco perezoso y aguzas el oído, con suerte, a lo mejor percibes una ligera aspiración inicial como toda realización fonológica de has-.
Y ahora, por no extenderme mucho, vamos directamente con la relajación lingüística más dolorosa. Pero antes un inciso; permitidme que abuse de vuestra confianza y os pida unas monedillas. No son para mí, no, sino para procurar un entierro digno a la –d final de la segunda persona del plural del modo imperativo y a la –d– intervocálica.
¿O es que gano un tiempo vital si digo demasiao en lugar de demasiado?, decidme. ¿Qué se consigue cuando se dice aparcao, comío, ganao o morao, por ejemplo? La pregunta no es retórica y yo mismo la contesto. Se gana zafiedad y vulgaridad a raudales. Que estamos actualmente en un punto en que pronuncias estas palabras con todas sus letras, d incluida, por supuesto, y te miran raro.
Y otra d que me niego a dar por perdida es la –d final del modo imperativo. Aquí no hay excusa posible con el tiempo que se gana, pues la acción que se da, en algunos casos, es el cambio de una consonante por otra (comer por comed, beber por bebed, etc.). Eso es puro vulgarismo… o una vulgaridad, directamente.
Por favor, vayamos todos a una, rememos en la misma dirección hacia una fonología limpia, que fije y que dé esplendor. Que cada vez que escuchemos un <<`Poneros´ todos ahí>>, que no se ponga nadie hasta que no quiten esa erre malsonante del imperativo, que si no, yo al menos, no me pongo en la foto. Que cuando alguien os mande imperativamente callar, ni caso, seguid hablando hasta que lo exprese de manera conveniente.
Esto, más allá de un interés particular porque me chirríe y me pique todo el cuerpo cada vez que lo escucho, es un bien de interés general. Porque no sabemos adónde vamos, como decía Rubén Darío, pero al menos que vayamos elegantemente.
Música: Tristeza, por Christian Martín.
Texto y voz: David Díaz