La traducción automática ¿es siempre una catástrofe? (I)
Aprovechando la oportunidad que me brinda Gonzalo Abio al hablar sobre otros usos que se pueden dar al traductor de Google, voy a hablar hoy de la traducción automática. Como él menciona, ¿quién no ha usado alguna vez este sistema para entender mínimamente algo que está en otra lengua que desconocemos totalmente? Seguro que, en más de una ocasión, nos ha resultado una herramienta bastante útil. El problema surge cuando se quiere que sea, sin ningún tipo de intervención, un sustituto perfecto del lenguaje natural: cuando nuestros alumnos lo utilizan para escribir redacciones (traduciendo lo que quieren escribir del portugués) o cuando se usa brutamente en una traducción profesional, por ejemplo. La traducción automática suele tener muy mala fama, ejemplos de errores garrafales producidos por este sistema circulan constantemente por internet. Pero ¿los resultados son siempre tan desastrosos?
Desde los años 40, investigadores y empresas han invertido mucho en el estudio de la traducción automática. Actualmente, podemos clasificar los sistemas en dos tipos: a) los que se basan en reglas lingüísticas y b) los que se basan en la estadística mediante corpus textuales. También existen sistemas híbridos, que combinan las ventajas de los dos tipos. A medida que la tecnología ha ido evolucionando, se han logrado resultados de traducción de mejor calidad. Claro que no son todos los tipos de texto los que pueden traducirse satisfactoriamente de manera automática: cuanto más sencilla la estructura y la retórica, mayores son las posibilidades. Y tampoco es lo mismo un software gratuito y disponible en internet que uno privado y retroalimentado.
Aun así, es necesario que los textos pasen por un proceso de posedición, que consiste en corregir los textos traducidos automáticamente para asegurar que se cumpla con el nivel de calidad acordado con el cliente (fíjense que no estoy hablando de perfección, sino de calidad acordada). En este sentido, está surgiendo en el mercado la figura del poseditor, un traductor que revisa textos generados por un sistema de traducción automática.
Algunos de los beneficios de que este tipo de sistema funcione son que una parte de los materiales que antes no se traducían consiguen llegar a otros idiomas y que se está pudiendo responder a una demanda de traducción de bienes y servicios que crece a un ritmo acelerado y que, de otro modo, no habría cómo cubrir. Los daños y perjuicios… los veremos en la próxima publicación. ¡No se la pierdan!