Me encanta traducir
Estoy traduciendo al portugués el catálogo de la exposición “Frida Kahlo y las mujeres surrealistas” que se exhibirá en septiembre en el Instituto Tomie Ohtake (SP).
Los textos del catálogo vinieron de México y gracias a ellos tuve la oportunidad de conocer los trabajos artísticos de otras tantas pintoras, fotógrafas, estilistas, bailarinas, guionistas, escenógrafas… y de enterarme de técnicas pictóricas que no conocía.
La exposición, por lo que se infiere del catálogo y de los reportajes que circulan en los medios de comunicación, va a reunir trabajos de Remedios Varo, Lola Álvarez Bravo, Jacqueline Lamba, y otras, además, claro está, de algunos expresivos cuadros de Frida Kahlo.
Por otra parte, pude saborear a distancia algunas frutas y legumbres que figuran en los cuadros de las artistas, a manera de símbolos, pero que me resultaron muy conocidos (porque viví allí cerca), tales como el zapote, el camote, el chilacayote o el mamey. Ya el maguey es otra cosa y es fácil, porque es la planta con la que se produce el tequila. Lo difícil fue encontrar los equivalentes en portugués. Tras mucho investigar, encontré algunos equivalentes en la Amazonia y en el Nordeste.
Tendría la misma dificultad si tuviera que traducir al español algunos frutos regionales brasileños, como la jaboticaba, cajá, biribá, araçá, jenipapo, y tantos otros.
Cuando la nomenclatura local es “intraducible”, solo nos queda dejar el término original en cursiva, y, eventualmente, poner una “Nota del traductor”, de esas que nadie entiende: “Fruta de la familia de las anonáceas, esp. del género Duguetia y Rollinia…..” (esta es la explicación del diccionario Houaiss para biribá). Quedó claro, ¿no?
Bien, salvo las instigadoras dificultades traductorias, la traducción nos permite acceder a un mundo quizá desconocido, y la exposición de Frida Kahlo en Brasil seguramente permitirá conocer algo más del fantástico mundo del arte.